Pirámide invertida

Piquete, llantas humeando protesta
y el enojo del taxista que frena.
Un chico le limpia los vidrios y se enuncia las ganas.
El malabarista se ve amenazado
y calcula con cual de las tres pelotitas tirarle.

El cura pide rezos para los indefensos.
Una mujer se la rebusca siendo atea
y su hijo tiene hambre y frío.
La Iglesia los prefiere casi muertos
que aprobar el uso de anticonceptivos.

La señora y su mucama salen a hacer las compras
para su selecto cumpleaños con lemon pie
cuando un cartonero usa el mismo changuito
para revisar las cuadras de todos sus invitados.

Ellos juegan al golf
y la resistencia se viste de caddy.

El timbre de salida, el aviso que mañana habrá paro.
El gremio que pide otra vez por la suba de sueldos.
Los alumnos contentos, otro día que parece feriado.

Festejos y más aplausos en el campo de juego.
Hoyo en uno, bebidas gratis para todo el club.
Boca ganó y por penales, otro domingo justificado.
Las banderas dejan de estar a media asta.

El perro ladra, va hasta la esquina y vuelve.
Las avenidas se cruzan en distintas maniobras.
Un accidente entra por guardia
y otro se va por terapia intensiva.

La pala contra la pared y la tierra se amontona
como la gente en el Sarmiento a la hora pico.
La corbata desajustada lleva las mismas presiones.
Las suelas desgastadas nunca serán espejos.

Voces a todo volumen y la gente no se escucha.
El basurero junta ostentaciones que otros tiran.
Limpiar calles no nos hace más dignos.

Patrulleros y travestis salen a hacer la recorrida.
Unos buscan cómplices y oros culpables.
Trenes y colectivos expulsan pasajeros.
De noche, las bocas de los subtes siguen ocupadas.

Se aproxima el invierno, se despide el gas,
se apagan las luces, el juego apuesta su única ficha.



Y la desigualdad crece como la culebrilla sin cura.



Carla Porta